domingo, 29 de septiembre de 2013

El empezose del acabose...



Qué tiempos tan extraños nos ha tocado vivir, ¿no?

Somos de esa generación que queda entre los que no saben escribir, ni casi hablar, porque todo lo hacen a través de un teclado (más o menos virtual), y los que no pueden hacer fotos bien iluminadas porque se les ha acabado la cobertura del móvil. Nos hemos quedado un poco pasados de moda, pero aún así nos negamos a situarnos en el “empezose” del acabose; aunque tampoco me extraña, porque los cuarenta de hoy son los quince y medio de hace veinte años, así que llevamos más de dos décadas en plena adolescencia. Ya decía yo que estaba agotada.

Y encima nos han entrado unas manías más raras… y la peor, que nos ha dado por procrear en esta plena adolescencia marchita, y claro, es la generación de Bob Esponja y los teclados virtuales la que lo va a pagar. Que me da una risa cuando alguno de estos padres me dice “ay, chica, es que hay que hacer todo lo que la niña quiera; tiene una personalidad muy fuerte, y además me ha dicho el pediatra y su profesora de preescolar, que al parecer essuper inteligente”; que me dan ganas de decirle: “pues nada, cuando se jubile Punset preséntala al casting para Redes”.

Ahora, cuando paso por delante de un parque con columpios, no sé si saludar a los papás o darles el pésame… ¡Que caras de penita profunda! Y los churumbeles dale que te dale: “¡Papi, ven! ¡Mira, papi, mira, mira cómo chupo la barandilla!... Y a unos decibelios que si pasease por ahí, por una de estas casualidades de la vida, algún inspector de Kioto, nos multaba fijo. Oye, y que pasas cuatro horas después por el mismo sitio, y ahí está, el papi, con gesto de encefalograma plano y total ausencia de curiosidad por la vida, empujando un columpio vacío mientras su dulce nena se llena la boca de tierra. Chico, que desasosiego le entra a una. Yo aún recuerdo cómo mis padres me sacaban a pasear un rato, y luego a casa, a ver Barrio Sésamo y cinco minutos de dibujos animados. El resto de la tarde ya te la gestionabas tú como podías. No me habré yo tragado pelis del oeste y de guerra, ¡que a los cuatro años mi preferida era “El Puente sobre el Río Kwai”! Vamos, vamos, que me imagino yo a mi padre con el Clan TV puesto dieciséis horas al día, ¡ja! Si no me gustaba lo que ellos veían (y en aquella época era fácil, porque hasta el telediario querían ver los egoístas de ellos), al cuarto, a jugar con el “ceranova” sobre la moqueta (que aún no sé cómo no quemé la casa entera). Ahora, que aburrirme… pues sí, mucho, como una ostra, pero qué rebién me vino para desarrollar la imaginación.

Aún recuerdo esos sábados en el Museo del Prado, esos domingos en El Pardo y El Escorial, los paseos por las playas de O Grove recogiendo conchas… qué soberano aburrimiento. Pero es que antes nosotros íbamos a donde querían nuestros padres, y claro, normalmente querían culturizarnos y de paso comer cordero asado; así que de parque de atracciones, Faunia, Warner, circo… “nasti deplasti”. Que ahora los fines de semana y las vacaciones de las familias con niños, parecen yincanas de Disney, por Dios.

¿Y en los viajes? Yo voy mucho en tren, y es apasionante comprobar lo que es hoy en día viajar con niños (algún día haré una tesis y la llamaré “Chucu Chucu Chú, la Madre que los Parió”). Qué angustia verlos caminando pasillo arriba, pasillo abajo, detrás de su retoño, que no puede estar quieto un segundo. La última vez puse en marcha por el vagón una servilleta con firmas para solicitar que les devolvieran el importe del trayecto, porque se lo habían hecho andando los tíos, ¡qué bárbaro!

A mí esto me tiene preocupadilla, y no es para menos. Que además no te dejan ni opinar, porque sin tener hijos, chitón; aunque a mí esto me parece como exigirle al urólogo que haya pasado una gonorrea para consentirle que te la trate, ¿no?

“Cuando seas madre podrás hablar”… Sí, claro, si estás deseando que me salgan discípulos de Satán para poder decirme: “¿ves?”


MIKA