Ayer vi las 50 sombras de Grey en
la tele…
Pero no en mi intimidad, conmigo
misma, relajadita y con unas palomitas, no; soy la loca que ve la “película
polémica y salidita de tono" de la década con su maridito y la santa suegra del
mismo. Pero es que comprendedme, la otra opción era el seguimiento de las
elecciones catalanas, y mi ama es muy de derechas, muy española ella, y
nosotros más bien de izquierdas y tocapelotas. Así que ver al Grey zumbándose
(en todos los sentidos) a la Anastasia, era la mejor opción, creedme.
No me hacía excesiva ilusión. No
me leí el libro, y sí que es verdad que a pesar de que con tantos comentarios
al final pica la curiosidad, no terminaba de llamarme. Pero he de reconocer que
verla en familia le ha dado un giro dramático al tema. Entre que mi marido no
se pone fluorescente ni aunque lo pintes, y mi madre, a un metro y medio de la
pantalla de 55 pulgadas, no es capaz de distinguir culo/codo/teta, esto es todo
un desafío. Claro que mi santa progenitora ya va mentalizada (sado, caca, sado,
caca), así que al primer besito del Grey, dulce y melodioso, ella ya está
indignadísima, incapaz de comprender tanta depravación y sometimiento por parte
de una mujer.
Me están mareando. Mi marido que
resopla “menudo pastelón, este es más ñoño que el Noah”. Se ha acordado de un
comentario que leyó en Facebook sobre un salao que le desafiaba al Christian a
hacer lo mismito con una Xara Picasso del 97 tapizada en skay, y llevando a la
moza a su estudio de cuarenta metros cuadrados, con aseo incrustado en cocina y
mini despensa llena de porras, chimberas, tirachinas y demás fruslerías; y ahí
está, buscándolo como un loco en internet. Qué mal han llevado todo este tema
algunos hombres… ¿Acaso nosotras vamos desafiando a la pavisosa de Natalie
Portman a que con nuestras infinitas virtudes (no las suyas) sea capaz ella solita de seducir
a todo un dios nórdico de torneados músculos e infinita belleza?... ¡Madre mía,
si según lo escribo me lo voy imaginando!… ¿Es que a nadie se le ha ocurrido
ponerle al Thor un traje de Armani y darle un helicóptero? ¡Eso ya sí que sería
mortal para nuestros hombres! Porque la otra sería darle un cacho martillo al
Gray, y como que no, ¿verdad? Que se nos iba a quedar si no la secuela en
cortometraje.
Pues ahí que va avanzando la
trama, y mi santa madre cada vez más callada, menos cuando Anastasia se muerde
el labio inferior, que no puede evitar gritarle improperios a la tele. Y mi
marido que ha encontrado mil tonterías en internet, pero no da con la del
tío del Xara Picasso.
Y llega el kiki “subidito de la
peli”; cuerdas, correas, una fusta de gominola, ponnys y osos amorosos… ¡pero
si es lo más erótico que te puede pasar, mujer! ¿Eso es sado? ¡Sado sería si me
cuelgan a mí, que parecería un morcón macerándose en un arcón de terciopelo
rojo, por Dios! Qué blanditos todos… Aunque claro, luego la cosa se pone fea,
Grey posesivo y castigador, Anastasia mohína perdida, y así no se avanza. Él le
da la del pulpo y ella se decepciona, claro, ¿cómo no? Si ella no sabía en
absoluto para nada de nada, que él era un pelín depravado… Le pilla por
sorpresa, angelito… y de ahí la decepción, ¿no te jeringa? Esa creencia mágica
tan femenina de que en nuestras adecuadas manos cualquier hombre evolucionará a
lo que nosotras retorcidamente deseamos, como si fueran pokemons… ¡Ay, qué
penita! No iba yo a ser la única con un marido que no para de involucionar de
manera inversamente proporcional a mis expectativas, ¿no?, pero oye, eso le da
salsita a la vida, y yo tampoco soy la Portman, qué leches.
Así que no sé muy bien qué pensar.
Me apetecía verla, pero no de esa guisa, así que habrá que esperar a la segunda
parte, amos, digo yo.
MIKA LOBO