En esta
parte de la novela, Matruska está recordando su cruel adolescencia. Ha pasado
el verano en Estepona y allí se ha enamorado de un “dios nórdico”, Norbert Schwimmbäder,
al cual persigue hasta Berlín. Él no se esperaba verla tirada junto a la puerta
de su casa, y decide esconderla en su desván antes de que sus padres descubran
tremendo desatino.
(...)
—Tú te
vas a quedarrrr aquí, ¿ya?
—Ya.
—Y no harrás rrruido, ¿ya?
—Ya… —echó una ojeada a su alrededor—.
¿Aquí, Norbi?
—Ya. Si te ven mis padrrres me matan.
—¿Pero
por qué, Dios? ¿Por qué todos quieren acabar con nuestro amor? ¿Por qué el
mundo es tan injusto? ¿Acaso merecemos tanta penuria, tanto dolor… tanto
sufrimiento?
—Ya… estooo, nein, clarrro que nein. Ya se me ocurrirrrá algo.
—¿Pero
vendrás a estar conmigo?
Norbert
salía por la puerta a toda prisa mientras Matruska extendía sus brazos hacia
él.
—Ya, ya…
La
muchacha, aún emocionada por el emotivo encuentro, se sentó sobre unos cojines
que descansaban en el suelo, bajo un pequeño ventanal por el que se colaba la
escasa claridad del día. Observó a su alrededor.
—Qué
ilusión le ha hecho… ¡Hay que ver lo que nos amamos!… y qué de agua con gas,
con lo mala que está…
Por lo
visto utilizaban aquella estancia como almacén, porque había un montón de
tambores de algo parecido al detergente español, botellas de agua y lejías.
—Qué
hambre tengo —susurró.
Suspiró
imaginando cómo en cuanto anocheciera, Norbert subiría a encontrarse con ella,
trayendo consigo los restos de la suculenta cena que habría preparado su futura
suegra. Atusó los cojines a modo de colchón y se tumbó para poder descansar un
poco. Estaba emocionada, pero necesitaba echarse un rato, sólo hasta que su
amado la despertase con un beso en la frente.
Enseguida
se durmió profundamente.
Varios
días después, sus padres, ajenos a las vicisitudes de la criatura, disfrutaban
de un plato de marmitako frente a la
televisión. Era la hora de las noticias y a Pedro le encantaba verlas sentado a
la mesa. Normalmente Matruska no paraba de parlotear y no le dejaba enterarse
de nada, pero su hija estaba de ejercicios espirituales y ahora eran los que
buscaban sosiego y tranquilidad en la meditación los que debían armarse para
esa guerra. Pedro se sintió más etéreo que nunca.
—Siempre
malas noticias... ¿no podrían decir cosas buenas alguna vez?
—Chssss, son las noticias mujer, ¿qué quieres? Para
anunciar los sanfermines ya está la portada del ABC.
—Ya,
pero es tan triste…
—Mira,
ya empiezan con las noticias internacionales. A ver si a los extranjeros les
pasan cosas mejores.
Una muchacha joven pintada como una mona y
disfrazada de Vicky Larraz, leía la
información directamente de unas octavillas que sostenía entre sus manos. Puri
pensó que debía resultarle imposible concentrarse a la pobre mujer con tanta
laca en el tupé. En la parte superior derecha de la pantalla se mostraba un
recuadro en el que se iban sucediendo imágenes relacionadas con la noticia en
cuestión, pero las hombreras desmesuradas de la presentadora no dejaban lugar
nada más que a la imaginación.
—Anda
Puri, prepárame una maleta que voy a por la cría.
—Si
Pedro, enseguida —la mujer, resignada, se adentró en su habitación.
—¡Y
mete unas zapatillas para ella!... ¡Que se ha jamado las que llevaba!
Cuando
Matruska vio a su padre a lo lejos en el aeropuerto de Berlin, se lanzo a sus
brazos llorando y gritando:
—¡Papi...
creía que me quería y no me quiere!
—Ya lo
sé mi amor, ya lo sé —la abrazó sin poder evitar contagiarse de su llanto
desconsolado.
Jajaja, esta Matrus nunca dejará de sorprenderme. Me troncho con ella, que ideas... es muy divertida la situación, solo de imaginármela...
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