viernes, 21 de junio de 2013

Asumidísimo!


Estoy más harta de los malos entendidos entre hombres y mujeres…

Y luego todo son reproches y caras largas. ¿Yo qué sabía cuando mi marido me pedía un "masaje con final feliz" que no se refería al matrimonio? Qué intrínseco, por Dios, que para cuando quiso decirme que “igual no hablábamos de lo mismo” ya teníamos contratado hasta al DJ.

Qué mentira más grande es esa de que estamos en distinta sintonía. No paran de decir que deberíamos venir con manual de instrucciones… ¡si mi marido lo monta todo, hasta la bicicleta elíptica del Decathlon, sin mirar las instrucciones para nada! Otra cosa sería que fueran con fotos y dibujos, y algún que otro chiste del Twitter, para mantener su atención. No estamos en distinta sintonía, es que nosotras somos de Spandau Ballet y ellos de Duran Duran (aunque el mío es de Obús y se le nota en los andares).

Y eso que es encantador. Se ilusiona por unas cosas… De vez en cuando gira la cabeza hacia la izquierda, para descansar la vista de la pantalla del portátil más que nada, y me dice: ¡Anda, Churi, si estás aquí! Y se pone más contento… Es pura sencillez, como esas florecillas que se abren sólo una vez al día y sólo por un ratito… ¡pero qué ratito!

Yo, desde luego, estoy mucho más tranquila sabiendo que el único ser psicópata y neurótico de mi casa comparte cuerpo conmigo. Si es que me entra la risa y se me pasan los enfados solos, no lo puedo evitar; pero es que cuando me pasa eso que nos sucede a todas las mujeres, ese momento en el que te cabreas por algo y empiezas a encenderte en silencio, montando toda una trama de odios, desconfianzas e iras desatadas, esos minutos eternos en los que rememoras a la vez veinte cosas que odias de él y tus pensamientos comienzan a alcanzar tales derroteros que incluso sopesas enviarlo a casa de tu suegra con el perro, es entonces, en ese mismito momento, cuando le miro y me encuentro con la mirada de “badum, badum” poseyendo la total inmensidad de sus pensamientos… ¡Qué capacidad de abstracción! Pues no es serio, se me pasa todo en el momento y no me puedo enfadar. ¿Pero cómo vas a cabrearte con alguien cuya máxima preocupación es que no se le olvide llenar el depósito de la moto, o si será capaz de hablar durante cinco minutos seguidos en alemán en el examen oral, cuando no lo consigue ni en castellano? Y menos mal que le tocó hablar de móviles, que si le piden hablar de amor, implosiona allí mismo delante de los examinadores.

Y cómo me gusta liarle... De vez en cuando le pego un sustito y me despierto melosa y le digo: “Felicidades, mi amor”… sólo por el placer de verle estrujarse el cerebro buscando las múltiples posibilidades. Qué mal ratito… aunque se le pasa enseguida, para qué nos vamos a engañar. O cuando le pido que me diga algo bonito, que se cree que espero que se siente a la luz de las velas y escriba con su pluma de gavilán unas odas a la hermosura de mi semblante, y se pone todo nervioso, cuando con un “cuánto te aprecio” me vale, dadas las circunstancias.

Si es que Dios no les ha dado herramientas para enfrentarse a nosotras, hombre… ¡Pero si se le abren las aletas de la nariz al mentir! Y yo que soy capaz de urdir una trama compleja, con cómplices incluidos, sin que se me curven las cejas ni un poquito.

¿Cómo no le voy a tener cariñito, si en cualquier momento lo dejo demenciado? Hay que ser consecuente, hombre, que algunas se quejan continuamente de que si su marido no es atento, que si no es detallista, que si no es “telépata”… Porque seamos sinceras, eso es lo que queremos, que pueda, y quiera, leernos la mente. Que también sea capaz de combinar los colores, de estar en todas partes a la vez y que adore el suelo que pisamos y cada minuto que pasa con nosotras. Pero si me canso ya sólo de pensarlo.

Yo he decidido casi desde el principio, digamos que por instinto de supervivencia y apego al hilito de felicidad que me ofrece la vida, hacerme la loca, disfrutar de las miguillas que me va dejando (sobre todo sobre el sofá), y ante todo no exigir más lealtad y amor del que yo ofrezco.

Oye, que se vive mucho más tranquila.

jueves, 20 de junio de 2013

Primera página...


Aquí os dejo la primerísima página de "La Ley del Dios Ciego". La escribí hace bastante tiempo, pero cada vez que la leo, que la repaso, cambio algo. Así que, como siempre, las críticas serán bienvenidas. Y por cierto, muchas gracias a todos, os estáis portando conmigo.



A través de los desgarros del raso puedo ver las heridas.

Supuran vivas, abiertas como pequeñas bocas que gritan aterrorizadas. El color rojo, brillante y viscoso, contrasta con la oscuridad de la tela.

No siento ningún dolor. Sólo miedo, un pánico atroz.

Sobre mí, a horcajadas y aprisionándome entre sus rodillas, una figura desenfocada encuentra placer en mi locura. Me siento indefensa,  y creo que deseo permanecer así porque no hago nada más que resignarme.

Hace frío y el viento sopla con la decisión que a mí me falta, tumbando las malas hierbas que se alzan a nuestro alrededor, procurándonos una intimidad que de algún modo me resulta indiferente.

¿Por qué no lloro?

¿Por qué no grito?

¿Por qué no salgo corriendo?

Porque me da aún más miedo salvarme.
[...]
 
MIKA
 

lunes, 17 de junio de 2013

Todos tenemos un pasado... y Clarita varios.



[...]

Y extendió un poco más su visión hasta el horizonte más lejano, hacia donde a sí misma no se permitía mirar desde hacía muchos años, hasta donde se alzaba, entre las montañas, la mansión de los Bullen, el hogar del primer novio de Clarita. Eran un par de tontos adolescentes, y él lucía un poco mustio, pero nunca había dejado de sonreír al recordar aquellos besos furtivos que ella le propinaba cuando estaba despistado.

 —Ay, cari, que no, que no te agobies, que es que no estaba pensando en nada, te lo juro.

—Es que… es que siento que me muero, que mi alma ausente  incinera mis vacías entrañas por no poder saber lo que piensas. Te amo tanto. Ya mi vida no me pertenece ¿lo comprendes?

—Anda, no seas lánguido, Eduardito, que yo también te aprecio.

 Un buen día toda la familia se mudó a vete tú a saber qué lugar lejanísimo, sin avisar, sin un “hasta lueguito” ni nada que pudiera aliviar la congoja de Clarita. El mismo día que comprendió la terrible ausencia, se perdió en el bosque poniendo en jaque a todo el pueblo, buscándola todos como locos; de ahí le venía lo del sonambulismo según su psiquiatra. Aunque poco después conoció al del triángulo, y tonteando, tonteando… se le pasaron todos los males. En varias ocasiones había pensado en cómo sería su vida si aquel día de su primera menstruación, no hubiera perdido al amor de su vida.
 
MIKA