Aquí os dejo la primerísima página de "La Ley del Dios Ciego". La escribí hace bastante tiempo, pero cada vez que la leo, que la repaso, cambio algo. Así que, como siempre, las críticas serán bienvenidas. Y por cierto, muchas gracias a todos, os estáis portando conmigo.
A
través de los desgarros del raso puedo ver las heridas.
Supuran
vivas, abiertas como pequeñas bocas que gritan aterrorizadas. El color rojo,
brillante y viscoso, contrasta con la oscuridad de la tela.
No
siento ningún dolor. Sólo miedo, un pánico atroz.
Sobre
mí, a horcajadas y aprisionándome entre sus rodillas, una figura desenfocada
encuentra placer en mi locura. Me siento indefensa, y creo que deseo permanecer así porque no
hago nada más que resignarme.
Hace
frío y el viento sopla con la decisión que a mí me falta, tumbando las malas
hierbas que se alzan a nuestro alrededor, procurándonos una intimidad que de algún
modo me resulta indiferente.
¿Por
qué no lloro?
¿Por
qué no grito?
¿Por
qué no salgo corriendo?
Porque
me da aún más miedo salvarme.
[...]
MIKA
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