miércoles, 11 de abril de 2012

Extracto de "Clarita McFly y su Odisea del Espacio"


Me he pasado las vacaciones vegetando y comiendo, pero algo ya he podido escribir. Sobre todo estoy centrada en "El Privilegio del Rey Roto", la segunda novela de la Trilogía Kratos, aunque quiero ir colgando trocitos de aquí y de allá, por si os apetece criticar un poco.

Aquí dejo un extracto de "Clarita McFly y su Odisea del Espacio". Clarita está de vuelta a casa, llega tarde a su pluriempleo en el laboratorio secreto del ejército y tiene que organizarse como puede.


(...)

“Ya torito toriiito, ya torito braaavooooo…”
Cerró la boca, se tapó la nariz y los ojos, y un momentito después estaba de nuevo en la “Estación Mirandilla del Fresno Transportes Galácticos, S.L.”.
—Protocolo de estabilización molecular completado. No se han producido déficits de importancia vital. Que tenga una buena tarde señora McFly.
—Gracias guapa.
“Déficits de importancia vital”. Clarita no tenía muchos estudios, más bien pocos, o ninguno, pero aquello le sonaba muy mal. Al fin y al cabo ¿qué consideraban que fuera preocupante que perdiera por el camino? Porque, por ejemplo, sus cejas no eran de importancia vital, pero si las perdía ¿cómo sabría la gente cuando estaba enfadada o sorprendida?
Sin dedicarle más tiempo a tal preocupación, y sustituyéndola por otras más habituales, cogió su bandolera y salió a toda prisa a la calle. Ya llegaba tarde si quería comer en casa y no retrasarse en el laboratorio.
En la puerta de la estación tomó el autobús de la línea 15 que la dejaría en la parada de Vía Segismunda Parda para coger el 40 que la acercaría al Parque del Abandono y así poder subirse al metro de la línea 42 que por fin la dejaría a catorce manzanas escasas de su edificio. En un santiamén en casita.
A las dos y veintisiete estaba cruzando la puerta de la cocina para calentarse el escalope que se había empanado por la mañana antes de salir hacia la nave, y aliñarse una ensaladita de bolsa. No le iba a dar tiempo.
—Porras, voy a tener que ir en coche —se quejó agobiada.
Clarita tenía coche, claro que sí. Su padre, al morir, le había dejado su viejo deportivo. Era precioso, un cásico, y tenía un gran valor sentimental en la familia. Lo de repostar era un infierno, pero su hijo había contactado por internet con un señor que fabricaba el combustible como hobbie. Los fines de semana no le importaba tanto coger el coche para darse un paseo o acudir a alguna cita con su amiga Tamara; pero los días de diario, y sobre todo cuando tenía prisa, era un horror. Cuántas veces había ido a las compras y se había encontrado una y otra vez cerrando de nuevo la puerta de su casa para salir a comprar, o había aparecido ya en la cama, a las tantas de la noche, y sin haber comprado los pepinos y los pimientos que necesitaba para hacer el gazpacho de la cena que ya nunca disfrutaría conscientemente. Y es que en cuanto hacía sin querer el juego de embrague un poco brusco en algún semáforo, el Delorean se ponía como loco y ya sólo dejaba dos regueros de fuego en la carretera.
Al menos, si cogía el coche, le quedarían unos minutos para poder sentarse a comer tranquila. Así que intentó relajarse un poco y se perdió en sus pensamientos.
“Que no se me olvide hacer limpieza en la salita el fin de semana, que la tengo abandonadita… ay, qué asco de telaraña… si la abuela levantase la cabeza…”
Sobre el aparador de la sala descansaba el retrato de su abuela Saturnina. Ella había comenzado con la tradición de mujeres limpiadoras en la familia, una saga de féminas pulcras y responsables; aunque iba a ser una estirpe muy corta, porque a pesar de los esfuerzos de Clarita por guiar a su hijo hacia ese camino, él insistía en ser pollero, y para ello se había preparado en la universidad en los últimos años.
Saturnina había tenido una vida espléndida. Desde jovencita trabajó  como asistenta interina de dos doctores, padre e hijo, arqueólogos muy conocidos, ambos catedráticos en la universidad. Había sido una más en la familia, sobre todo a partir del fallecimiento de la señora, cuando pasó a convertirse en el sustento verdadero de aquel hogar. ¡Qué historias le contaba a Clarita cuando era una cría de lazos, qué aventuras insólitas! Ser asistenta debía ser el mejor trabajo del mundo. Abuela Saturnina tenía muchas discusiones con su marido, el abuelo Marciano, porque no comprendía tanta ausencia de su parienta. Las “disputas galácticas” las solía llamar el yerno. 

“—¡Ya pasas todo el día en esa casa cuidando de ellos ¿ahora tienes que dormir allí todos los días?!
—¡Pero si casi siempre ha sido así, incluso cuando vivía la señora yo dormía allí prácticamente todos los días!
—¡Pero antes tenías tu habitación… una intimidad!
—¡Eres un burro! ¡Estás obcecado en no querer comprender que necesitaban mi habitación para montar un gimnasio/bodega!
—Mujer, es que no me parece que duermas en la cama del señor por poco espacio que haya.
—Mira que eres “especialito”, Marciano.”

Qué bellos recuerdos para Clarita. Cómo echaba de menos a su abuela. Aquel desgraciado accidente que nunca llegarían a comprender, había destrozado a toda la familia. Y es que pasados tantos años, aún nadie entendía que un edificio entero desapareciera sumido en un remolino formado por almas atormentadas en ascensión a los cielos. Sus señores, durante los funerales, no paraban de decir lo mismo.

—Le dijimos que no tocase nada de la despensa, que no limpiase allí… y ella dale que dale con que el Arca tenía polvo… ¡Qué tragedia!

(...)


MIKA


3 comentarios:

  1. Ja ja ja, esta Clarita es la monda. Muy divertido. ¿Cuándo la podremos leer completa? :) no quiero meter prisa, pero necesito echar unas risas.

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  2. Estoy en ello, poco a poco. Ahora ando más centrada en "El Privilegio del Rey Roto", pero en un alivio poder aparcar la tensión que me contagia de vez en cuando... ahí aprovecho para desahogarme con Clarita. Qué alegría que te divierta :)

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  3. Ayyyyy esta Clarita es la mejor, casi casi tan buena como Matruski!!!! Me encantan esos guiños a las pelis de 'Ciencia y Aficción' totalmente ochenteros!!! y las conjugaciones de los nombres en parejas de a dos.... Saturnina y Marciano.... que 'espacial'... a los dos arqueólogos podrías llamarles Dr. Connery y Dr. Ford, como Sean y Harrison.....me está encantando, ya ardo en deseos de que nos des más... mucho más....

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