jueves, 12 de abril de 2012

Extracto de "Hija de la Furia"

Este es el beso de Noah. Es una "mujer" muy antisocial y odia el contacto humano, o al menos eso se cree ella. ¿Cuánto le durara esa coraza?


(...)

—Ven.

Negó con la cabeza.


Yo asentí y se acercó, muy asustado y nervioso de nuevo.

Posé mi mano sobre su rodilla. Tembló, aunque enseguida se relajó un poco. Estaba tocando sólo la tela vaquera, no su piel, así que debíamos avanzar. Levanté la mano extendida mientras le observaba. Eric alzó suspirando la mano izquierda y acercó su palma  a la mía. A dos centímetros ya podía sentir el intenso calor que despedía. El traqueteo de su acelerado corazón retumbaba en las paredes de la habitación; yo no iba a poder soportarlo, no así, no sin comprender todo lo que él estaba sintiendo y me estaba transmitiendo. Comprendí que aquel miedo desenfrenado no era de él, sino mío.

Tuve que retirar la mano.


—¿Qué te ha pasado, Noah? ¿Quién te ha hecho daño?


—Nadie —repliqué bastante azorada.


—No eres capaz ni de rozar mi mano. No te haré nada malo.


—Ya lo sé… es que… no me gusta que me toquen —repliqué indignada por su condescendencia.


Qué debilidad tan humana, pensé. Si no soy capaz de sentir, ¿por qué sí puedo repudiar el contacto humano? No debía tolerar aquella situación, no me iba a vencer. Esos sentimientos estaban despertando otros enterrados hacía décadas. ¿Indignación? ¿Miedo? ¿Angustia? Tenía que cumplir aquella misión si quería que todo reastro humano desapareciera de nuevo.


Tomé a Eric por la nuca y me lancé de golpe contra sus labios. Al principio se retiró un poco, seguramente dolorido por el golpe, pero enseguida abandonó su conato de resistencia. Me quedé petrificada. Estaba inclinada sobre él con mi boca contra la suya, y era incapaz de hacer otra cosa que no fuera respirar, y no sin gran dificultad. Mis ojos se estaban humedeciendo ¿Lágrimas? Aquello era intolerable. Mis sentimientos se superponían sobre los de Eric y la empatía no me servía de nada.


No habían pasado ni cuatro eternos segundos cuando mi compañero se zafó ligeramente de la fuerte presión que ejercía sobre él mi agarrotamiento. Suavizó sus labios y acarició los míos. No podía moverme, pero poco a poco el miedo fue desapareciendo; me estaba relajando. Dejé que prosiguiera y entendí sorprendida que no se estaba enfadando por mi falta de respuesta. Era distinto, no quería dañarme, y presentí que tampoco me heriría “sin querer”. No era desagradable y por un instante me dejé llevar. Liberé mi boca de su rigor y respondí a su beso. Me aproximé despacio, pegándome más a él hasta que las leyes físicas se convirtieron en una barrera; entonces rodeé con mis piernas su cintura como si un imán muy potente ejerciese su poderosa fuerza sobre mí. Un golpe de calor sofocó todo mi cuerpo. Eric estaba cardiaco, excitado y plenamente absorto en mis movimientos; súbitamente y sin poder contenerse más, me tomó por las caderas y presionó mi cuerpo contra el suyo. De pronto no fui capaz de discernir entre sus sensaciones y las mías, pero de nuevo el miedo se apoderó de mí, y sospeché que no era sólo cosa mía.

Salté hacia atrás golpeándome contra el cabecero de la cama. Aquello había ido demasiado lejos.


—¿Estás bien? —se abalanzó sobre mí muy preocupado.


—Sí, claro... tranquilo —procuré parecer natural y distante.


(...)


MIKA


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